El desarrollo humano es una metamorfosis casi inadvertida. Nuestro crecimiento físico termina en una etapa determinada, pero el ser no deja de crecer en los aspectos afectivo, mental, espiritual y cultural. Cada etapa de la vida se asume de diferente manera, en la niñez los sentimientos no son los mismo que en la adolescencia y van cambiando en la juventud, para hacerse firmes en la madurez y sabios en la vejez pues en esta se concentran todos los sentimientos aprendidos con el conocimiento y la experiencia adquirida con estudios y por la enseñanza de la vida.
Estos ciclos vitales convierten la vida en un proceso dinámico y cambiante que crea significativos problemas emocionales de un periodo a otro debido a los cambios que producen. Los llamamos crisis porque requieren de un largo periodo de introspección y re-valoración de la propia identidad, valores y convicciones.
Vivir y crecer es ganar y perder; debido a que todos los días nos enfrentamos a cambios, lo que nos funciono algún tiempo quizá ahora ya no nos funcione. Las crisis suelen ser un punto decisivo en la vida cuando formulamos nuevas respuestas y prioridades.
La madurez es producto de un proceso en el que el tiempo es el ingrediente principal.
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