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Sobrevivir cuando tu hijo se ha suicidado

Una institución norteamericana que apoya en un programa nacional a padres que han perdido  a sus hijos ha  elaborado una breve guía para ser utilizada como documento de trabajo en los grupos de autoayuda en los casos de padres cuyos hijos se hayan quitado la vida..

Hemos tomado esa guía y, con algunas adaptaciones de lenguaje y de concepto y comentarios adicionales la presentamos al grupo como documento de trabajo.

(Daniel y Gabriela Vítolo )

 

1.- QUE DEBERÍAS SABER RESPECTO DEL SUICIDIO

     El acto definitivo  por el cual una persona se quita la propia  vida nunca puede ser completamente predictible para ninguna persona , hasta que sucede. Algunas personas pueden exteriorizar ciertos signos, comportamientos, o  ideas que constituyen advertencias reveladoras respecto a sus intenciones.  Sin embargo, dichos signos pueden ser tan imprecisos o codificados , que inclusive  un consultor con experiencia, o un profesional entrenado, pueden pasar inadvertidos.

La mayoría de los suicidios son reacciones frente a intensos sentimientos de soledad, crisis existencial o económica, desesperación, angustia, temor, la perspectiva de un futuro incierto y aciago, y depresión. Puede parecer -muchas veces- que la causa o el motivo determinante es una situación no grave, o un incidente menor.  Pero la causa verdadera es el conflicto interno, y la desesperación,  que en la generalidad de los casos es insondable.

Muchos padres han tenido la experiencia  -en algunos casos- de la frustración creada por años de internaciones y hospitalizaciones, tratamientos médicos y asunción de responsabilidades.  Esta realidad puede verse agravada por las dificultades propias de vivir con una persona que está constantemente bajo procesos de depresión.

El suicidio de personas jóvenes (entre 15 y 24 años) ha crecido más de un 300% desde 1950.  En los Estados Unidos solamente, se producen cerca de 35.000 suicidios por año, de los cuales 5,000 corresponden a jóvenes entre 15 y 24 años. Igualmente se registran anualmente más de 250.000 intentos de suicidio.  También en Argentina  ha crecido notablemente el índice de suicidios, y  el que involucra a personas jóvenes. Hace 25 años de cada 10 suicidas, uno tenía menos de 18 años.  En 1993 de cada cuatro suicidios uno es protagonizado por un menor de 18 años.

 

2.- DESPUÉS DEL SUICIDIO

     La negación de la realidad, y sentimientos de shock, culpabilidad, rebelión, injusticia, ofensa y depresión son parte de una conducta normal, como reacción frente al dolor que produce la muerte de un hijo.  Conocer que tu amor por él no fue suficiente para salvar su vida, puede presentar sentimientos de impotencia o de fracaso. Sin embargo advierte que, como padre, tu le diste a tu hijo su humanidad con todo lo que ello implica, elementos positivos y negativos, y lo que él hizo con esos elementos fue, en principio, su propia decisión.

Interpretaciones culturales y religiosas del pasado, y las calificaciones y connotaciones sociales que se otorgan a tales interpretaciones son parte del “estigma” asociado al suicidio.  Es importante que enfrentes la palabra suicidio.  Enfrentarla te parece hoy más difícil de lo que realmente debería  ser.  No te angusties; ello llevará tiempo.  Mientras tanto, en lugar de concentrarte en todo aquello que rodea  al “estigma” del “suicidio“, concéntrate en tu propia curación y supervivencia.

Es fácil y hasta natural que te inclines a sentirte responsable de la decisión de tu hijo, o que responsabilices a tu cónyuge, o a otras personas por ello; pero hacer esto suele ser contraproducente y no ayuda a nadie .  Evita también caer en la tentación de esforzarte en buscar una explicación de porqué tu hijo se suicidó.  Tampoco ayuda.  El suicidio no es hereditario.  Es una decisión individual, y una cuestión individual.  Sin embargo recuerda que el suicidio de un miembro de la familia puede tener una profunda influencia en otros miembros de ella.

 

3.- CULPABILIDAD

     Sentimientos de culpabilidad te asaltaran frecuentemente, y saldrán a la superficie sistemáticamente.  Te encontrarás más seguido de lo que imaginas repitiendo la frase: “…si sólo hubiera…”.  Es posible que necesites sentirte culpable por un tiempo, hasta que  comprendas y adviertas que tu no eres responsable, así como tampoco culpable de la propia decisión de tu hijo.  Algunas veces es absolutamente necesario profundizar un sentimiento para poder, definitivamente  alejarse finalmente de él.  Cree en ti mismo. Eres humano y , en consecuencia, admite tus limitaciones.

 

4.- RESENTIMIENTO

     Resentimiento o sentirte “dolido” o “herido ” respecto de tu hijo puede ser una parte natural del trauma, y hasta es frecuente expresar tus sentimientos más profundos de “… Cómo pudiste hacerme esto a mí y cómo pudiste hacer esto a ti mismo…”.  Intenta encontrar maneras constructivas para expresar este sentimiento, dando lugar a que la cicatrización de tu herida y tu recuperación , finalmente, puedan tener lugar.  Expresa tus sentimientos; permite que “saliendo” tu  sentimiento se agote; llora si quieres y deja que la herida cierre.

 

5.- ¿POR QUÉ?

    Es natural que te preguntes por qué?. Y para ti es casi una necesidad.  No puedes evitar formular la pregunta, aún cuando conoces que por lo general  no hay respuestas claras.  O que no las encontrarás.  Es importante que aprendas a pelear con esa pregunta, y a lidiar con ella, para que finalmente puedas dejarla de lado.  Continuar preguntándote “por qué” durante años, puede convertirse para ti en una “obsesión” que resulta destructiva para ti y los que te rodean.

 

6.- DEPRESIÓN

     Falta de atención, incapacidad para concentrarte y sentimientos de que no tienes ya nada porque vivir pueden ser partes del proceso de duelo y tristeza.  Una actividad física moderada puede ser  un medio de combatir la depresión.  Permite que tu familia y tus amigos te cuiden y te brinden cariño.  Tu no tienes obligación de ser fuerte.  Mantente siempre en estrecho contacto con las personas que aprecias.

 

7.- CUESTIONES ESPIRITUALES

     Frecuentemente,  frente a la pérdida de un hijo, y especialmente en los casos de suicidio, los padres se ven sumidos en una profunda crisis de fe, y cuestionan sus creencias religiosas, o sus sentimientos respecto de Dios.  El enfrentamiento de la existencia de vida después de la muerte, también es un conflicto que suele salir a la superficie.  Interrogarse para determinar “Por qué Dios permitió que esto pasara” no tiene sentido, pues es una pregunta que no podemos, ni estamos en condiciones de responder, como tantas otras preguntas respecto de imperfecciones en este mundo.  Si crees en Dios , intenta rezar para llegar a sentir paz interior , en lugar de buscar respuestas.  Del mismo modo, es importante, y puede ayudarte, que te contactes con otros padres que han perdido hijos por suicidio, e intercambies con ellos experiencias, sentimientos, y converses sobre los aspectos espirituales de sus propias experiencias.  Para todo aquello que concierna a las cuestiones espirituales, si eres creyente, busca alguna persona cálida, amable y que no desee juzgarte ni a ti, ni a tu hijo; que sea sacerdote o ministro de tu fe, y ábrele tu corazón.

 

8.- EJERCICIOS DE SUPERVIVENCIA

     En familia, hablen entre Uds., acerca de la muerte del ser querido; dialoguen sobre su pérdida y su dolor. Recuerden juntos los tiempos buenos, y los no tan buenos.  Todos los miembros de la familia sufren su dolor y desarrollan su proceso de duelo de una manera propia.  Traten de entender esto.  Es mejor expresar los sentimientos que internalizarlos.  Llorar es saludable y terapéutico.  Puede ayudar, escribir tus propios sentimientos o escribir una carta a tu hijo muerto, expresando todas las cosas que no pudiste o no supiste decirle antes de su muerte.  Para muchas personas , es  una buena manera de decirles adiós.  Deja que los amigos te ayuden.  Cuando ellos te preguntan qué pueden hacer para ayudarte, no te sientas afligido por decirles realmente cuáles son tus necesidades y como pueden ayudarte.  Eso también los ayudará a ellos.  Puede ser beneficioso llegar a participar en grupos de autoayuda.  A través de un accionar común con otras personas que han transitado la misma senda de tu dolor, puedes ganar comprensión de tus reacciones y aprender caminos para superar tu dolor.  Busca también ayuda profesional , si lo consideras necesario para ti o para tu familia. 

 

Date tiempo, tiempo… y más tiempo.  Lleva meses, inclusive años, abrir tu corazón y tu mente para llegar a superar el dolor.  ELIGE  SOBREVIVIR; aunque hoy te parezca algo absurdo. Date tiempo a ti  mismo, y podrás lograrlo.

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