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El amor es cosa de dos

El amor en la pareja es ese amor profundo y comprometido que se construye día a día con la entrega y el cuidado; con la apertura para recibir y dar, creando intimidad y cercanía con esa persona especial, cuya compañía nos da el sentimiento de pertenencia. Esa persona que es cómplice y nos permite sentirnos únicos e insustituibles. Ese amor donde se da la fusión y, sin embargo, seguimos siendo dos.

 

Las relaciones amorosas requieren de varios ingredientes para generar la sensación de ser alguien especial en la vida del otro. Necesitamos gran dosis de pasión, intimidad y compromiso para amar y ser amado.  Vivir el amor es un anhelo de todos los seres humanos y constituye una de las necesidades psicológicas primarias.  Ese anhelo de ser alguien atractivo, deseable y agradable, entre otras cosas, es lo que lleva a los varones y a las mujeres a buscar relaciones amorosas eróticas donde se genere ese sentido de pertenencia y de ser alguien con un significado especial en la vida del otro.  Alguien insustituible e irremplazable.

 

La intimidad se genera al presentarnos ante el otro tal cual somos, no como lo que quisiéramos ser, ni como lo que quisiera el otro que fuéramos, sino como lo que en realidad somos, con fortalezas y debilidades.  La intimidad se inicia a partir del momento en que dos personas son capaces de desnudarse emocionalmente sin temor; quitarse las máscaras que vamos poniendo por protección a lo largo de nuestra historia de vida y aceptar al otro por lo que en realidad es, sin juicios, sin críticas.  Poder hablar sobre las penas y las alegrías, lo mundano y lo profundo, lo doloroso y lo placentero, lo que nos gusta y lo que nos desagrada, lo que ilusiona y lo que desilusiona.

Significa poder enfrentar y resolver las diferencias de modo satisfactorio para ambos. Cuidar y consolar; tolerar y aceptar por parte de ambos; poder ser honesto y sentir que así, tal cual es, está bien.  La intimidad se construye con confianza y honestidad.

La intimidad se desarrolla en las parejas con ternura, a través de confesiones, explicaciones y con pláticas de corazón a corazón.  En un clima de seguridad que genera la confianza de que esa información no será divulgada ni utilizada para chantajes. Sin la seguridad y la confianza, no es posible la intimidad. Lograrlo no depende del esfuerzo de uno, sino de los dos.

 

La intimidad como elemento central en las relaciones de pareja, involucra los valores y las metas compartidas para conservarse unidos.  Desarrollar la habilidad para comunicar deseos y miedos a una pareja que puede responder.

Lo que mantiene a las parejas unidas no es la química sexual, sino la habilidad de crear intimidad.  Un obstáculo importante para lograr la intimidad es que hay partes de nosotros mismos que no nos permitimos sentir o conocer, y con mucha frecuencia el primer síntoma de esta falta de conexión íntima con nosotros mismos es una infidelidad.

 

Para la satisfacción matrimonial, también es necesario lograr un equilibrio entre la distancia y la cercanía.  Demasiada cercanía puede ser tan disfuncional como demasiada distancia. Para algunas personas, la intimidad supone mucha cercanía y ésta les resulta amenazante, sienten que perderán el control de sus propias vidas si el otro conoce sus vulnerabilidades.  Por ello, hacen todo lo posible para conservar una distancia emocional a través de pleitos constantes.

Otra manera de alejar a la pareja incluye no enfrentar los conflictos y dejar las cosas sin aclarar o sin resolver, minimizando o ignorando las diferencias y las insatisfacciones.  Las mentiras y la deshonestidad mantienen a la pareja desorientada y provoca un desequilibrio de poder, pueden hacer que el otro cónyuge lleve a cabo todos sus esfuerzos a veces también mal orientados, por acercarse más, y termine intimidando con su persecución al que quiere conservar una distancia, creando un círculo vicioso de cercanía y distancia. El equilibrio se encuentra cuando ambos son capaces de comunicar y negociar de manera abierta.

 

Otro elemento muy importante y pocas veces considerado es la habilidad para pedir y recibir disculpas.  Hacerlo implica la capacidad de sentir empatía por el otro, poder sentir compasión, ternura y aceptación de los errores.  Las parejas exitosas han demostrado que poseen la habilidad de resarcir la ofensa. Cuando no existe esta habilidad, los pleitos pueden ser eternos y muy destructivos.

 

La pareja también transita en un terreno de privacidad y exclusividad, con las cuales se genera seguridad, confianza y la certeza de ser alguien especial y único para la persona amada.  Las cosas de la pareja le pertenecen solamente a la pareja, no a los hijos ni a los padres ni a los amigos.  Esta relación de entrega profunda sólo es posible entre dos.  Cuando entra un tercero se rompe el encanto.

 

Según Erich Fromm, para que se desarrolle el amor maduro se requieren cuatro elementos básicos: conocimiento, cuidado, respeto y responsabilidad. Dicho de otra manera, se requiere que ambos  conozcan cuáles son las necesidades emocionales de cada uno y que ambos puedan ser capaces de satisfacerlas. El conocimiento y la satisfacción de estas necesidades se van construyendo en el tiempo con la intimidad y el cuidado.  El respeto se manifiesta en el trato de la persona amada como algo valioso.  La responsabilidad implica la habilidad de responder al compromiso de la elección de esa pareja.  El conocimiento, el respeto y la responsabilidad dan por resultado el cuidado.

 

Las buenas parejas están cimentadas en el amor recíproco, que creció de una amistad y evolucionaron de la atracción al amor.  Este es el sueño que parece imposible: encontrar el amor profundo, estable y pleno; en otras palabras, el amor maduro.  Hallar esa pareja que nos ayude a realizar nuestros sueños.

 

Referencia: Fromm,E. (1959). El arte de amar. España: Paidós.

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