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Transformación interior

Cuando pierdes un hijo, pierdes la vida, tu mundo se rompe.  Pierdes el presente y el futuro con las experiencias que ya no podrán compartir.  No hay consuelo, no importa cuanta gente te quiere, si es hijo único o no.  El dolor es tan grande, que su ausencia se convierte en la única presencia que deseas. Sin embargo, la muerte te da dos alternativas.  Permanecer en los recuerdos dolorosos y caer en un abismo o construir un puente que se extienda sobre ese abismo y te permita seguir adelante.  No conviertas su recuerdo en dolor, tu hijo no es tu verdugo.  Un hijo es más que dolor, un hijo es alegría, es amor.  Es el amor que te sostiene.  Como lo expresa Claudia Chamorro (2013) a su hijo Tolentino quien murió,  “Y en secreto, decirte que la vida misma me indica el camino a seguir para que sea un poquito más fácil seguir viviendo”.  El duelo no tiene atajos,  es un proceso del que no podemos escapar, y la única manera de sanar es enfrentar el sufrimiento.  Es un camino desconocido con avances y retrocesos, no ignores tus sentimientos, necesitas observarlos, analizarlos y entenderlos, para  retomar la vida. Te encontrarás con personas que te quieran ayudar y que te necesitan, déjate ayudar.  Tienes que encontrar un equilibrio entre el dolor y la reconstrucción de tu vida.  El sufrimiento se termina, el amor es para siempre. 

 

Te dejo un pensamiento que habla de la eternidad del amor.

Mami, hola mamá!!!

Nunca me fui, no me sientes cada día que te dejo un beso?

Estoy en el viento que acaricia tu cara, en el agua que baña tu cuerpo, en la tierra que roza tus pies. 

Mami camina descalza y me sentirás.

Mami, ahora soy uno con el Sol, uno de sus rayitos que cada día llega a ti; eso que sientes no es calor, soy YO mamá, es mi amor.

Soy las flores que ves, la brisa y las olas del mar. El brillo de las estrellas. Ahora soy todo mamá, siempre lo he sido y seré.

Mami, estoy contigo…Nunca me fui.

Cesar Valadez

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