No podemos vivir al margen del sufrimiento, porque en algún momento de la vida pasaremos por una experiencia de separación, enfermedad o muerte. Sin embargo, nadie nos enseña a afrontarlo. Es importante identificar el sufrimiento necesario que tienes que asumir incondicionalmente como parte del proceso de recuperación, y el sufrimiento innecesario, que produce más fragmentación en tu vida con el riesgo de hacer tu duelo crónico.
El duelo nos lleva a una metamorfosis, cuyo proceso es doloroso y depende de nuestro esfuerzo fortalecer nuestro espíritu para proseguir nuestra vida a pesar del dolor y conseguir enriquecerla e impregnarla de nuevo sentido al transformarnos en mejores personas para volver a amar. Igual como sucede durante la metamorfosis de la mariposa.
La mariposa pone sus huevos en una planta, estos nacen como larvas semejantes a gusanos llamadas orugas que buscan hojas para alimentarse y sobrevivir. En algún momento, la oruga entra en un lugar seguro, allí, se transforma en crisálida o capullo; en este estado no se alimenta y sufre grandes cambios, tanto en su organismo como en su forma, cambios llamados metamorfosis. Después de dos semanas de paciencia, ansiedad, desvelo, nervios y muchas otras cosas más, llega el resultado de la metamorfosis, una mariposa adulta que sale rompiendo el esqueleto externo de la crisálida y extiende sus alas para volar.
Lo mismo pasa con los seres humanos cuando llega la adversidad y se instala en nosotros, en ese momento de gran dolor nos sentimos como la oruga, buscamos como sobrevivir a tanto sufrimiento. Tenemos la tarea de entrar en nosotros mismos y buscar un lugar seguro en nuestro interior, es preciso aislarnos por un tiempo, reflexionar, dejarnos sentir, no resistirse y ceder al dolor para lograr integrar la pérdida, única e insustituible, de un ser querido en nuestro futuro. En este estado se sufren grandes cambios que nos transforman para proseguir nuestra vida a pesar del dolor y conseguir enriquecerla e impregnarla de nuevo sentido.
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